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Turín (en italiano: Torino, en piamontés: Turin) es una ciudad, importante centro cultural y de negocios del norte de Italia, capital de la región de Piamonte, localizada principalmente en el margen izquierdo del río Po y rodeada por los Alpes. El área metropolitana de Turín, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, tiene una población de alrededor de 2 200 000 habitantes.[2]
En su arquitectura hay muestras del barroco, el rococó, el neoclasicismo y el art nouveau. Muchas de las plazas públicas de la ciudad, de los castillos, jardines y palacios (como el Palazzo Madama), fueron construidos por el arquitecto siciliano Filippo Juvarra, quien diseñó estos edificios en el estilo barroco y clásico del Palacio de Versalles.[3] Ejemplos de estos edificios de inspiración francesa incluyen el Palacio Real de Turín, el Pabellón de caza de Stupinigi y la Basílica de Superga.
Turín es frecuentemente llamada la «cuna de Italia» por ser el lugar de nacimiento de importantes políticos que contribuyeron con la unificación de Italia, como Cavour.[4] La ciudad actualmente alberga la Universidad de Turín, de seis siglos de antigüedad, y el Politécnico de Turín. También se encuentran en la ciudad museos como la Galleria Sabauda, el Museo Egipcio de Turín[5] (el más antiguo en el mundo y considerado el segundo más importante en el mundo después de El Cairo por valor de los hallazgos) y la Mole Antonelliana. En 2008 fue la décima ciudad más visitada de Italia.[6]
La ciudad solía ser un importante centro político europeo, siendo la primera capital de Italia en 1861 y la ciudad de residencia de la Casa de Saboya, la familia real de Italia.
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La sal común o sal de mesa, conocida popularmente como sal, es un tipo de sal denominada cloruro sódico (o cloruro de sodio), cuya fórmula química es NaCl. Existen tres tipos de sal común, según su procedencia: la sal marina y la de manantial, que se obtienen por evaporación; la sal gema, que procede de la extracción minera de una roca mineral denominada halita, y la sal vegetal, que se obtiene por concentración, al hervir una planta gramínea (método también utilizado para la obtención de azúcar a partir de otra planta gramínea) que crece en el desierto de Kalahari.[1]
La sal proporciona a los alimentos uno de los sabores básicos, el salado,[2] que es posible percibir debido a que la lengua tiene receptores específicos para su detección. El consumo de la sal modifica el comportamiento frente a los alimentos, ya que es un generador del apetito y estimula su ingesta.[3][4]
Se emplea fundamentalmente en dos áreas: como condimento de algunos platos y como conservante en los salazones de carnes y pescado (incluso de algunas verduras), así como en la elaboración de ciertos encurtidos.[5]
Desde el siglo XIX, el uso industrial de la sal se ha diversificado e interviene en multitud de procesos, como por ejemplo en la industria del papel (hidróxido de sodio -NaOH-), la elaboración de cosméticos, la industria química, etcétera. En el siglo XXI, la producción mundial de sal total destinada a consumo humano no alcanza el 25 por ciento de la producción total.[6]
La sal es la única roca que es comestible para el ser humano, y es posiblemente el condimento más antiguo.