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Taipéi[1] (en chino tradicional, 臺北市 o 台北市; pinyin, Táiběi Shì) es la ciudad más poblada y capital de Taiwán desde 1949. Su estatus oficial es el de capital de la República de China (Taiwán). Es el centro político, económico y cultural del país. La ciudad tiene un metro elevado y está conectada por tren de alta velocidad con Kaohsiung. Además es sede de varias universidades, el Museo Nacional del Palacio y otras instituciones culturales como la Academia Sínica, y el Taipei 101, el undécimo edificio más alto del mundo.
Situada en el extremo norte de la isla de Taiwán, Taipéi se extiende sobre el río Tamsui y está a 25 kilómetros al suroeste de Keelung, su puerto en el océano Pacífico. Cerca de la capital se halla también la ciudad costera de Tamsui, en la desembocadura del río en el estrecho de Taiwán. Se encuentra en los dos estrechos valles de los ríos Keelung (基隆河) y Xindian (新店溪), que confluyen para formar el río Tamsui a lo largo de la frontera occidental de la ciudad.[2]
La ciudad en sí tiene una población estimada de 2.619.920 habitantes (a marzo de 2009). La ciudad de Nueva Taipéi y la ciudad de Keelung forman el área metropolitana de Taipéi, con una población de 6.752.826 habitantes (marzo de 2009).[3] Sin embargo, ambas son administradas por distintos órganos gubernamentales, ya que Taipéi es una municipalidad especial administrada directamente por el Gobierno central de la República de China.
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La sal común o sal de mesa, conocida popularmente como sal, es un tipo de sal denominada cloruro sódico (o cloruro de sodio), cuya fórmula química es NaCl. Existen tres tipos de sal común, según su procedencia: la sal marina y la de manantial, que se obtienen por evaporación; la sal gema, que procede de la extracción minera de una roca mineral denominada halita, y la sal vegetal, que se obtiene por concentración, al hervir una planta gramínea (método también utilizado para la obtención de azúcar a partir de otra planta gramínea) que crece en el desierto de Kalahari.[1]
La sal proporciona a los alimentos uno de los sabores básicos, el salado,[2] que es posible percibir debido a que la lengua tiene receptores específicos para su detección. El consumo de la sal modifica el comportamiento frente a los alimentos, ya que es un generador del apetito y estimula su ingesta.[3][4]
Se emplea fundamentalmente en dos áreas: como condimento de algunos platos y como conservante en los salazones de carnes y pescado (incluso de algunas verduras), así como en la elaboración de ciertos encurtidos.[5]
Desde el siglo XIX, el uso industrial de la sal se ha diversificado e interviene en multitud de procesos, como por ejemplo en la industria del papel (hidróxido de sodio -NaOH-), la elaboración de cosméticos, la industria química, etcétera. En el siglo XXI, la producción mundial de sal total destinada a consumo humano no alcanza el 25 por ciento de la producción total.[6]
La sal es la única roca que es comestible para el ser humano, y es posiblemente el condimento más antiguo.