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Liubliana[1]​ (en esloveno, Ljubljana, pronunciado [ljuˈbljàːna] ( escuchar) ; en alemán, Laibach pronunciado /ˈlaɪ.bax/ ( escuchar); en italiano, Lubiana pronunciado /lub'jaːna/) es la capital y la mayor ciudad de Eslovenia. Liubliana surgió como campamento militar romano de la Legio XV Apollinaris a mediados del siglo I a. C.,[2]​ su carácter de ciudad se consolidó con la fundación de la Colonia Iulia Emona años más tarde.[3]​ Tras sucesivas destrucciones, en el siglo VI se instalaron los antepasados de los eslovenos, y en el siglo XI cayeron bajo el dominio de los francos.[4]​ Desde 1278, tras su conquista por parte de Rodolfo I de Habsburgo, la ciudad pasó a manos de los Habsburgo, situación que perduró hasta 1797.[4]​ Durante el periodo napoleónico, Liubliana fue capital de las Provincias Ilirias y entre 1816 y 1849 lo fue del Reino de Iliria.[5]​ En 1918, tras la Primera Guerra Mundial, se incorpora al Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, y tras la Segunda Guerra Mundial se convirtió en la capital de la República Socialista de Eslovenia, formando parte de Yugoslavia.[6]​ En 1991, y tras un conflicto bélico, Eslovenia se independizó de Yugoslavia, siendo desde entonces Liubliana la capital del país. Su patrimonio histórico y monumental, así como diversas celebraciones culturales que tienen lugar a lo largo del año, entre las que destaca el Festival Internacional de Verano, la convierten en una ciudad receptora de turismo tanto nacional como internacional. Entre sus monumentos más representativos se encuentran la Catedral, el Castillo, la Iglesia Franciscana de la Anunciación y el Puente de los Dragones, así como el conjunto de edificios modernistas.



El arquitecto Jože Plečnik firmó muchos de los más destacados edificios de la ciudad. Liubliana dispone de una red desarrollada de carreteras y ferrocarril, además de contar con un aeropuerto con vuelos internacionales e inmerso en obras de ampliación destinadas a ampliar su capacidad operativa, actualmente desbordada.[7]​ La Universidad de Liubliana, fundada en 1919, tiene su sede en la ciudad, y en el curso 2006-07 contaba con más de 63 000 alumnos.[8]​ Su biblioteca sumaba cerca de 1 169 090 libros en 2004.[9]​ Cuenta además con distintos institutos culturales internacionales, como el Instituto Cervantes (España), British Council (Reino Unido) o Instituto Goethe (Alemania).[10]​ Como capital del Estado, Liubliana alberga las sedes del gobierno (Asamblea Nacional y Consejo Nacional), ministerios, instituciones y organismos asociados, así como de la residencia oficial del presidente de Eslovenia.[11]​ La ciudad es miembro de UCLG, UCUE, Eurocities,[12]​ URBACT, Civitas Forum,[13]​ Les Rencontres, European Cities Marketing[14]​ y Global Cities Dialogue.[9]​[15]​ En el plano económico, la ciudad mantiene una destacada posición a nivel nacional, es sede del principal mercado de valores del país, del Banco de Eslovenia y de numerosas empresas nacionales. En 2016 fue premiada con el título Capital Verde Europea.

Fuente: Wikipedia
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Informaciones

La sal común o sal de mesa, conocida popularmente como sal, es un tipo de sal denominada cloruro sódico (o cloruro de sodio), cuya fórmula química es NaCl. Existen tres tipos de sal común, según su procedencia: la sal marina y la de manantial, que se obtienen por evaporación; la sal gema, que procede de la extracción minera de una roca mineral denominada halita, y la sal vegetal, que se obtiene por concentración, al hervir una planta gramínea (método también utilizado para la obtención de azúcar a partir de otra planta gramínea) que crece en el desierto de Kalahari.[1]​ La sal proporciona a los alimentos uno de los sabores básicos, el salado,[2]​ que es posible percibir debido a que la lengua tiene receptores específicos para su detección. El consumo de la sal modifica el comportamiento frente a los alimentos, ya que es un generador del apetito y estimula su ingesta.[3]​[4]​ Se emplea fundamentalmente en dos áreas: como condimento de algunos platos y como conservante en los salazones de carnes y pescado (incluso de algunas verduras), así como en la elaboración de ciertos encurtidos.[5]​ Desde el siglo XIX, el uso industrial de la sal se ha diversificado e interviene en multitud de procesos, como por ejemplo en la industria del papel (hidróxido de sodio -NaOH-), la elaboración de cosméticos, la industria química, etcétera. En el siglo XXI, la producción mundial de sal total destinada a consumo humano no alcanza el 25 por ciento de la producción total.[6]​ La sal es la única roca que es comestible para el ser humano, y es posiblemente el condimento más antiguo.



[7]​ Su importancia para la vida es tal que ha marcado el desarrollo de la historia en muchas ocasiones, y sigue moviendo las economías y es objeto de impuestos, monopolios, guerras, etcétera.[8]​ Fue incluso un tipo de moneda. El valor que tuvo en la antigüedad se redujo desde que comenzó a disminuir su demanda mundial para el consumo humano, debido en parte a la mejora en su producción y a la conciencia mundial que ha generado la posible relación que posee con la aparición de la hipertensión.[9]​ En el siglo XXI, las dietas procuran incluir menos sal en sus composiciones, y los nuevos sistemas de conservación (pasteurizados, refrigerados y congelados, alimentos envasados al vacío, etcétera) permiten evitar por completo el empleo de la salazón sobre los alimentos. La sal es un condimento barato y que puede conseguirse fácilmente en cualquier tienda o supermercado. El consumidor la encuentra en tres formatos: fina, gorda o en forma de copos (esta última suele utilizarse en la alta cocina). Se comercializa también de dos tipos: como sal refinada, la más habitual, en forma de cristales homogéneos y blancos, y como sal sin refinar, cuyos cristales pueden ser más irregulares y menos blancos. Un número cada vez mayor de países la comercializan como un alimento funcional al que se le añade yodo para prevenir enfermedades locales, como el bocio,[10]​ o flúor para prevenir la caries.[11]​

Fuente: Wikipedia

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